El artículo de desencadenado me ha recordado una charla que nos dieron en mi último año de Universidad.
Un día de Mayo de 2001, un super jefe de una consultora se presentó en la Escuela de Ingeniería para captar alumnos de último año que quisieran ir a trabajar con él. Por encima de su traje hecho a medida, cosido a mano, o de su portátil último modelo, sobresalió con un monólogo sobre los trabajos en informática y los trabajos en la edad media.
Según aquel hombre delgado, elegante, repeinado, educado, moreno, dicharachero, cuando terminásemos de estudiar y empezáramos a trabajar, podríamos convertirnos en mercenarios o artesanos.
El informático artesano
En la Universidad, decía, nos preparaban para trabajar como un artesano. Buscaríamos una especialidad, pongamos alfarero, y nos dedicaríamos a hacer vasijas. Día tras día, año tras año, vasija tras vasija, los artesanos dedican su vida a perfeccionar el arte de realizar sus pequeñas manufacturas. Unos grandes y otros pequeños, unos sencillos y otros lujosos, cientos y cientos de contenedores de barro. Cada vez mejor, pero siempre lo mismo.
Los artesanos pueden ganarse la vida cómodamente con su trabajo: La demanda de vasijas por parte de sus clientes, o del señor feudal, es lo suficiente constante como para mantenerse sólo con dicha tarea. Habrá épocas de más trabajo, donde no dará abasto a hacer piezas. Y otras en las que tendrá que reducir la producción porque hay menos demanda.
Una vida aburrida, monótona, encasillada, que le permitirá con suerte vivir con comodidad pero sin grandes lujos.
El informático mercenario
Bueno, yo reconozco que aquel jefazo de la consultora utilizaba la expresión «asaltador de castillos». El tipo de informático al que se refería era, como no, un consultor informático.
El mercenario, al contrario que un artesano, vivía una vida de aventura. A las órdenes de un alto comandante, su misión era atender operaciones de gran envergadura y dificultad: asaltar castillos. Llegan a una fortaleza y la asedian, la rodean, y utilizan la fuerza hasta que consiguen someterla. A todas horas, día tras día, sin descanso, hasta conseguir su objetivo.
La vida en el frente es muy dura: hay poco tiempo para dormir, no hay tiempo apenas para comer. No hay tiempo para uno mismo y sólo importa el objetivo. Eso sí, tanto esfuerzo y penurias tiene su recompensa.
Cuando el mercenario consigue entrar en el castillo hay una gran fiesta con comida, música, olor a compañerismo y sexo (creo que en esto, no hablaba figuradamente) para celebrar el éxito en la empresa – como sinónimo de objetivo, no como corporación. Haber participado en un proyecto con éxito te garantiza una parte jugosa del botín, y con el tiempo, poder comandar tu propio equipo de asalto. Si eres un gran mercenario, poco a poco lograrás ascender en el escalafón militar y te tocará más parte del botín en las batallas en las que participes.
Conclusión
Muchos nos dimos cuenta de que el modelo de crecimiento de aquella consultora no era sostenible: en cada «asalto a un castillo» varios mercenarios se hacían jefes de equipo con un puñado de novatos a su cargo. Cada escala en la jefatura ascendía rápidamente en un crecimiento piramidal que consistía en contratar cada vez más mano de obra inexperta en la base para que en cada incursión la cúspide fuera más rica.
Cada vez hacen falta muchos más castillos que conquistar. Eso era evidente incluso antes de enseñarnos el gráfico con el crecimiento de aquella empresa cuyo modelo era la guerra.
Yo decidí que sería un empleado, un alfarero vasallo de mi señor. Fabricaría mis vasijas y viviría sin grandes lujos, pero con más seguridad y menos estrés. Tengo suerte, estoy en un ambiente donde se me permite ser creativo y estoy muy contento. Aunque últimamente, la situación general invita a arriesgarse y convertirse en mercader. Os recomiendo el artículo de Borja Prieto, aunque la analogía con Mercenario no es la que yo he descrito.
¿Y a vosotros, que os pareció esta historia?
Excelente artículo, recuerdo muy vagamente aquella incursión del tipo aquel en la uni. Yo también soy alfarera, y lamentablemente no podría ser nunca mercenaria 🙂